domingo, 18 de octubre de 2009

DAVID ROSIQUE. DESCENSO.

DESCENSO

La verdad es que estoy llevando una estancia bastante ociosa. Dedicándome a ver películas, y a leer. He visto algunas rarezas, por ejemplo; Brazil, que es una fabula en donde se hace una parodia la burocracia, del trajín de papeles, y de tiempo que hay que invertir en la sociedad actual, para llegar a las más altas esferas de inaccesibilidad. Donde en los sueños del protagonista, aparece una mujer con la que después se encuentra en la vida fílmica, y con la que tiene un romance desarticulado por los servicios secretos del orden. Muy en esta línea se encuentra Un perro andaluz, de Luis Buñuel, y Salvador Dalí, básicamente un cortometraje de quince minutos en donde se da rienda suelta a la interpretación de los sueños. Con todas las figuras que pueden quitar el sueño a los españolitos de la época, desde el sádico barbero hasta el perseguidor incansable, pasando por la magia de la palma de la mano liberada del cristiano clavo, adornado con unos insectos a los que tanto cariño les tenía Dalí. Se ponía miel en los bigotes para que se le posaran las moscas mientras pintaba. Por supuesto, con un final onírico en una playa que bien podría ser la de Cadaques, con el pertinente paseo de la pareja por la salinidad de la Bahía. También he repasado Antes De Que Anochezca, en donde es para preguntarse, que hace un actor para evolucionar tanto en tampoco tiempo. Que hubiera sido sí Julián Schannabel, llega ha saber que su película era candidata al Oscar, y le hubiese otorgado un poco más de firmeza narrativa, y mejores secundarios. Éxtasis, en la que el propio Javier Bardem, alucina con el salto cualitativo que se puede dar en la sociedad madrileña, con una historia tan antigua igual que la búsqueda de identidad. Por otra parte he visto Smoke, una obra maestra en donde a uno se le antoja encenderse un cigarrillo, de rutina, y dejar que la vida discurra, por cauces desconocidos, hasta que desemboque en nuestra cotidianidad. El Proceso, una película de Orson Welles, basada en una obra de Kafka, en la que igual que en El castillo, pero en está de manera más sinuosa, puesto que el protagonista ya tiene un lugar en la sociedad. Es de forma poco esclarecedora la forma en el tinglado estatal lo pone en tal situación de inseguridad, que vaga de una instancia a otra tratando de demostrar su inocencia. Acabando por dar por perdido a su entorno de una manera muy Kafkiana. Por último, Un Tranvía Llamado Deseo, en la que podemos disfrutar del único Marlon Brando que merece la pena, el anterior a sus cuarenta, y cinco, pues después acabó con tres matrimonios a sus espaldas, y doce hijos conocidos, según su propia biografía Las Canciones Que Mi Madre Me Enseño. Con un juicio en el que puso todo lo que tenía, para salvar a uno de sus hijo por una acusación de homicidio contra el marido de su hermana. Es demasiada bohemia para solo una vida.

Consabidamente, David Rosique.

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