domingo, 18 de octubre de 2009

DAVID ROSIQUE. LA PARANOIA.

MI RAZÓN DE SER

La paranoia es para mi es un denominador común a todo el planeta. Porque es producto de la imaginación, y todos distorsionamos alguna vez. El método es conseguir que no nos metan en la cabeza motivo, información, circunstancia, o hecho que pueda ser desaconsejable para nuestras experiencias, recuerdos, o compromisos. En todo momento entra en juego nuestra capacidad para obviar lo que se supone que nos es ajeno, pero se nos presenta, o simbolizamos. Podemos crear santuarios mentales, o terrenales, donde no nos veamos afectados por las perturbaciones mundanales. En cualquier caso se dan influencias externas por consecuencia del medio, en unas como producto de vivencias, o hechos consumados. En otras por motivos de unas semejanzas con el presente, y los datos que hemos recopilado de lo que nos hemos encontrado alrededor, y de lo que se ha sido capaz de enfatizar. Aquí entra en juego nuestra capacidad para controlar las emociones. Controlar lo que ocurre a nuestro alrededor. Valorar a quienes nos importan, o tendrán la capacidad de influenciarnos, o imponernos condicionantes ya sea en persona, o en recuerdos. Los medios que tenemos para controlar este mecanismo de nuestro cerebro, es hacer caso omiso a las presiones que recibimos del exterior. Centrarnos en las ocupaciones en las que trabajamos, o invertimos el tiempo. Tener la capacidad de dejarnos guiar confiando en los demás, siempre que podamos, y los necesitemos. Hay que darle la importancia a cada una de las informaciones, o informadores que nos hacen ser lo que somos. La cantidad de satisfacciones que seamos capaces de provocar, para redundancia nuestra, o ajena en los momentos en que las necesitemos, o estemos acostumbrados a recibirlas, o provocarlas. En esta índole, es importante que sepamos hasta donde nos va a afectar lo despreciado en el pasado, para ser consecuentes con lo que nos hayamos propuesto hacer en el futuro. Que podamos desenvolvernos con naturalidad, y firmeza a la hora de tomar decisiones, o actitudes, sin hacernos reproches, ni dejar que nos los hagan extraños, o cómplices, pensando no solo en el presente sino en la posteridad. Es la que nos juzgará finalmente, y donde surgen los inconvenientes, pues nos enfrentamos a reacciones tan incontrolables, y impredecibles. Por el momento debemos contentarnos, con la propia conciencia, que al fin, y al cabo, es el máximo, y es el último suspiro de la vida. Siendo instintivo el asegurar la continuidad de la estirpe, la propia, y la de sus condicionantes territoriales, y sensoriales, eligiendo razonablemente el orden.

Consabidamente, David Rosique.

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