domingo, 18 de octubre de 2009

DAVID ROSIQUE. PSICOTICAS,

PsicÓticas

Alfred Hitchcock volvió locas a las mujeres. Bien poniéndolas en encrucijadas entre la espada, y la pared. Bien envolviéndolas en tramas en las que sus elecciones eran fundamentales para el futuro de la historia, o el de ellas mismas. Bien desgañitándolas con fenómenos paranormales. Bien seducidas por galanes irreprochables. Bien enfrentadas hacia su propia vulgaridad. Bien necesitadas de cariño, y protección.
Desarrolló, a partir del cine de suspense de los años cuarenta, el cine de intriga de los décadas sucesivas. Con movimientos de cámara tan innovadores cual el de vértigo, donde hizo construir una escalera similar a la del campanario, con raíles para que la cámara se alejará haciendo un zoom. Con lo que daba la sensación de mareo que acecha a su protagonista en situaciones límite.
Tuvo actores fetiche, James Stewart, Cary Grant, y actrices Kim Novak, Eva Marie Saint, Grace Kelly, Tippi Hedren, Ingrid Berman, Janet Leigh. No a todos los trato por igual. Le gustaba cambiar de escenarios constantemente para no estancarse. Planificaba sus obras maestras con absoluta precisión. Tanto que para él rodar era un mero trámite.
En psicosis trabajo con su equipo de televisión, e hicieron un rodaje austero, pero efectivo. Precisamente en esta película todos trabajaron muy a gusto, pues pudieron exorcizar, y alejar sus fantasmas. Anthony Perkins inmortalizó para siempre a las madres inmortales. La mayoría de los demás actores, que no eran conocidos pudieron mostrar su verdadera cara. No la que les decían que tenían. Tanto que ya nadie les podrá negar su lugar, en la retina cinematográfica cinéfila. Las buenas películas se distinguen del resto, porque los actores las hacen, además de porque es su trabajo, porque al mismo tiempo se convierten en personas con menos lastre. La cámara les absuelve en la mayoría de los casos, y los castiga en muy pocos, normalmente en sus caracterizaciones.
A partir de psicosis Perkins perdonó a su madre, Leigh se olvidó de su pasado, y algunos se hicieron famosos, y supieron lo que era eficiencia creativa con el mago del suspense. Los entendidos se encabritan maldiciendo la pueril explicación final. Dónde un psiquiatra nos cuenta lo que ya sabíamos, que el exceso de insistencia obsesiona a las personas, con lo cual aparece la neurosis. El plano final de Norman Bates es simplemente una fotografía fija mítica. Las explicaciones hay que pedírselas a su madre, y a todas las que matan moscas mientras chupan sangre cuan mosquitos.
La secuencia de la ducha, fue rodada por un doble en muchos planos. La secuencia final en la que atrapan a Bates, sí estuviera rodada en un plano secuencia quedaría ridícula de la forma en que actuó Perkins. Pero sus montajes eran muy efectivos. Le daba a esas escenas el ritmo sorpresa, en el que después de toda una película de incertidumbre desenmascaraba al culpable parodiándolo, representándolo en su más efímera agonía.
Iba de incógnito haciendo cameos en sus películas. Pero con lo que más disfrutaba era con su puro, y sus inmortalizaciones. Una vez una actriz, tal cual Joan Chandler, le preguntó que cual era su lado más fotogénico. Le dijo, señorita, esta usted sentado en él. Amaba a las mujeres, pero no soportaba su cursilería, y victimismo. Se ve que se necesitaban.
En la susodicha película, el genio aguanta algunos planos, hasta que los actores se daban cuenta de a que quería jugar. Que era lo que sus personajes demostraban en concordancia con su trayectoria vital. Que en pantalla se traduce en imperdurabilidad cinegética, y en confianza enfática real, pues las personas no dejan de serlo por estar siendo retratadas, y luego se ven.

Consabidamente, David Rosique.

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